Es
triste saber cuando me mientes que me
mientes
pero
aún así en tu rostro reflejas las certezas
que
entre tus prietos labios ya se quedaron presas
más,
insisto, busco… y decido no creerte.
Es
difícil llenar de amor mi viva alma plena
al oírte decir que me amas, me amas y me amas…
sin
que se me embriaguen las entrañas de tristeza
al
sentir que me engañas, me engañas y me
engañas…
Ante
una gris pregunta, simple, ingenua y absurda
niegas —rotundo— esa obvia verdad que yo ya intuyo
sin
embargo es muy fácil descubrirte el
gran bulo
bien
escondido entre palabras finas y pulcras.
¿No
te das cuenta de que lo escrito siempre
queda
y
es fácil contrastarte todo lo que me has
dicho?
Me
quedo sintiendo el corazón como una piedra:
se
niega aceptar que del mentir está ya ahíto.
Irene
Bulio © 2014
(Imagen tomada de internet)
Cuando en nuestro paladar se inserta el mal gusto de la desconfianza, no queda otra cosa que... buscarse otros ingredientes más fiables y con mejor gusto y sabor. De nada sirve quedarse a llorar. (Con esto te lo digo todo).
ResponderEliminarTienes toda la razón, amigo. Hay quien se sabe diestro en jugar con la palabra sin percatarse de que hay quien "escucha" no lo oído, sino los hechos. Estoy de acuerdo contigo de que degustar el sabor de las lágrimas no es nada agradable, ¡con la de ricos sabores que existen por descubrir! Ese ha sido también mi consejo. Un abrazo.
EliminarBuen consejo entonces. Besos corazón.
EliminarUn ¡nuacckkss! para uno de mis poetas favoritos.
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