domingo, 20 de julio de 2014

Sabor a hiel.







Es triste saber cuando me mientes  que me mientes
pero aún así en tu rostro reflejas las certezas
que entre tus prietos  labios ya se  quedaron presas
más, insisto,  busco… y decido no creerte.

Es difícil llenar de amor mi viva alma plena
 al oírte decir  que  me amas, me amas y me amas…
sin que se me  embriaguen las entrañas  de  tristeza
al sentir que me engañas, me engañas y me engañas…

Ante  una  gris pregunta, simple, ingenua  y absurda
niegas —rotundo—  esa obvia  verdad que yo ya intuyo
sin embargo es muy  fácil descubrirte el gran  bulo
bien  escondido  entre palabras finas y pulcras.

¿No te das cuenta de  que lo escrito siempre queda
y es fácil contrastarte todo  lo que me has dicho?
Me quedo sintiendo el corazón como una piedra:
se  niega  aceptar que del mentir está ya ahíto.

Irene Bulio © 2014

 (Imagen tomada de internet)

4 comentarios:

  1. Cuando en nuestro paladar se inserta el mal gusto de la desconfianza, no queda otra cosa que... buscarse otros ingredientes más fiables y con mejor gusto y sabor. De nada sirve quedarse a llorar. (Con esto te lo digo todo).

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    1. Tienes toda la razón, amigo. Hay quien se sabe diestro en jugar con la palabra sin percatarse de que hay quien "escucha" no lo oído, sino los hechos. Estoy de acuerdo contigo de que degustar el sabor de las lágrimas no es nada agradable, ¡con la de ricos sabores que existen por descubrir! Ese ha sido también mi consejo. Un abrazo.

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    2. Un ¡nuacckkss! para uno de mis poetas favoritos.

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