martes, 1 de julio de 2014

Besos robados...


 
 



Aquel beso robado fue la llave

que abrió la puerta del laberinto

dejando una oquedad para  escapar

 sin saber por dónde, ni cómo, ni cuándo...

 

El sorprendente roce de tus labios

en los míos, ahora prietos y mudos,

—mientras se entrelazaban nuestras miradas

bajo la mirada atenta de la luna,  

dando comienzo a una noche enamorada—

hicieron de ese día un dulce  recoveco

 por donde de cuando en cuando

 saco a pasear mis sueños.
 
 
 
(Imagen tomada de internet, autor desconocido)
 
 


De pronto nuestros ojos, pensativos,

queriendo ya olvidar lo acontecido,

huyeron, llevándose al  suelo los reproches

que con mudos ecos matutinos

 adormecían nuestros apasionados sentidos.

 

Pasados ya los días y los años,

de aquel amor y fuego abrasador

nada nos queda,

 más sólo con el resquicio del recuerdo

se nos inunda el alma de olor a primavera

  y un pensamiento que  de la mirada brota

cuando en la tarde —de reojo—

 entrelazamos el recuerdo

nos lleva de nuevo al desconcierto.

Es entonces cuando resplandece

la pizca de fuego y llama que el tiempo

nunca apaga.
 

Irene Bulio © 2008

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