domingo, 25 de noviembre de 2012


Cómo duele la distancia…

Quisiera decirte tantas cosas… y estás tan lejos…

Quisiera decirte que nunca olvidé tus ojos, tu mirada de enamorado.

Quisiera decirte que nunca olvidé tu boca, sonrisa de felicidad, tu pasión …


Tampoco olvidé la sensación de acariciar tu mejilla.

tus besos en el cuello,

el despertar abrazados,

el ruido de tu llave al llegar a casa…

tus pasos firmes y  tu voz fuerte,

tus abrazos…¡cómo añoro tus abrazos…!


Cuando llegabas en la madrugada

 tu piel helada se fundía en el calor de mi almohada;

 me cubrías el cuerpo a besos

hasta que  la pasión nos embriagaba…


El monstruo de la desdicha lo destruyó todo en un instante.

Mi alma llora… aún no entiendo el porqué… si lo teníamos todo.

¿Qué falló? ¿Será que no se puede vivir la felicidad al 100%?

No me respondas que sí, porque me matas…


Dangerenchung… esa es la definición… algo ficticiamente peligroso….

¿Por qué nos lo creímos?

¿Por qué pensamos que podíamos vivir separados?

¿Por qué no luchamos un poco más… si nos amábamos?

¿Por qué aquel maldito día no te escachaste la mano con una piedra en vez de ponerla en mi cuello?

Maldito cabrón… o Ángel de Amor… no lo sé… pero duele… duele tanto…que este amalgama de amor-temor-miedo,  me está matando.

Inma Flores ©

P.D.: Realmente no recuerdo qué noche escribí este texto, y precisamente hoy, que dicen que es el día de la violencia de género (palabra que no comparto, pues la violencia en el seno de una familia no tiene género, sólo cobardía), viene a mí de nuevo. Esta estapa está superada... Me quedo con el amor, los buenos momentos... el fruto de esa pasión. El resto es agua pasada. Ya he soltado el lastre y camino en paz.


Cerrando el pasado, cual cremallera,
enterrando dolores  muertos
que ya no dañan.
Viviendo un nuevo presente y
descubriendo sentimientos... ya olvidados.

Todo es cuestión de tiempo…
Hoy nace una nueva realidad,
Un presente naranja, azul, amarillo… rojo…

Dejando los tonos grises del pasado
Cumpliendo sueños… cumpliendo metas…
Cumpliendo con los deseos de antaño...
Así me siento hoy, liberando el alma.

Inma Flores 2012 ©




Imagen extraída de internet. Se desconoce el autor.

Nuestras noches

En las noches más oscuras sueño tus besos;
cada amanecer se me antoja
repleto de sueños nuevos…
Sueños por cumplir, espumas de sueños;


A medida que avanza la mañana pienso en tí
y tu recuerdo embriaga mi mente.
Al mediodía estoy que ya no vivo…
y tú aún sin aparecer….


Llega la tarde, te sigo extrañando;


Te espero hasta saludar a las primeras estrellas
Por ti les pregunto… no hallo respuesta…
¿Dónde estás amor…dónde vives tus sueños….?
Te siento tan presente… y tú aún… tan lejano…
Inma Flores 2012 ©

(Imagen extraída de internet, autor desconocido)



Añoranza


Amo tu recuerdo.

Te añoro cada noche,

a cada instante,

desde el amanecer. 


Donde nada hubo, nada queda,

donde un beso rompió un camino

y una sonrisa creó un arco iris,

todo parece cambiar.


Mi corazón te extraña,

mi mirada te busca

y a pesar de todo

en otra se refleja...


 Tristeza, cuánta tristeza,

por lo que no fue y no será,

por ese sueño sin culminar,

por todas esas cosas

que cuando las añoras

no te permiten la paz.


Toda una vida soñando,

lentamente construyendo,

no paras ni un instante,

y ese anhelo sin cumplir.


Te permites un respiro y

echas una mirada atrás.

Un abismo viene a tu encuentro,

ya no sabes reaccionar...


 Ya nada queda, ya nada hay.

¿para qué te vas a quedar?

Construye alas... y no pienses

Sólo actúa, sólo “haz”.


Cuando menos lo esperes,

con el carburante de tus anhelos,

 y tras el leve impulso de esos sueños nuevos

comenzarás a volar…


No hay otra cosa.

No hay otra verdad.

Eso es lo que queda,

Eso y el frío mar…



No te hundas,

no eres pez para nadar…

Siente esas alas…

Siente las ganas de volar…

Inma Flores 2011 ©
(Imagen extraída de internet, cuyo autor es  desconocido)

¡Qué hermoso  es encontrarme en tu mirada!



Apareces  sigiloso y  a  mi vera,

besando con pasión todo mi  cuello,

acariciando con tus manos mis caderas,

sembrando en mis oído tus anhelos.


Al instante mi cuerpo te desea,

 volviéndose un volcán mi corazón,

 me   giro hacia tu rostro desbocado

sintiendo una erupción en mi interior.


Súbitamente nos fundimos en abrazos,

bebemos, incansables, nuestros labios,

más nuestra sed nunca se calma,

y más empeño ponemos en saciarla.


Amor, ¡cómo te siento!,  tan ardiente,

Amor, ¡cómo te añoro a cada instante!

Un  gozo que  nos inunda de repente

Amor...amor...equivocado.
Inma Flores 2012 ©
(Imagen extraída de internet, autor desconocido)

Lo Nuestro



Era un sábado por la mañana y se encontraba sola en casa. Hacía un día de inmenso calor. Estaba próximo el verano. Se dirigió al aparato de radio a poner un poco de música; buscó en el dial su emisora preferida, y allí estaba —inesperadamente— aquella canción que tantos recuerdos le traía. Por un instante voló a su adolescencia. Sólo necesitó un par de parpadeos, hasta verse transportada.

Llegó hasta el verano del 88, la hora del recreo de un martes cualquiera. Había decidido quedarse en clase para repasar el examen que tenía a la hora siguiente. No era su fuerte, era un examen de Historia, pero estaba empeñada en aprobarlo con buena nota. Paseaba por la clase con aquel libro azul entre las manos,  mientras repite en voz baja la lección. Por un instante se acerca a la ventana, mientras repasa Amadeo I. Al levantar la mirada la encuentra reflejada en unos hermosos ojos verdes. En ese instante sintió algo extraño, algo que no había sentido antes: la sensación de que el estómago se encogía. Su respiración se ralentizó — le daba miedo respirar por si todo era un simple sueño—

Con timidez bajó la mirada, su rostro estaba sonrojado, e intentó actuar como si estuviese estudiando aún.

 Todos esos recuerdos se agolpan en su mente mientras continúa escuchando “Carrie”, del grupo Europe (*). Esta canción le produce una mezcla de sentimientos y  sabores en su alma. La dulzura de un primer amor y la agria tristeza de no poderlo vivir en su plenitud. Esos recuerdos tan celosamente guardados:

 

Ese mismo día su amiga Esther le comentó que Fabián había preguntado por ella, quería saber su nombre. La pregunta le produjo tal sofoco que no pudo articular palabra alguna.

   ¡A ti también te gusta!  —le dijo su amiga  con una sonrisa en los labios.

Ella se sintió tan cortada que no supo qué decir, por lo que contestó con una simple sonrisa.

   Pues vamos, que te lo voy a presentar — le decía Esther mientras tiraba de su brazo.

   No, por favor, que me da mucha vergüenza. Prefiero volverme a encontrar con él en cualquier otro sitio. Además, ¿por qué se iba a interesar en mí?

   Pues no lo sé. Hay muchas chicas que darían lo que fuese por estar en tu lugar ahora. Hasta yo misma, jajaja… —comentó Esther mientras reía.

   Anda, vamos, que ya es tarde. Otro día continuamos hablando de este tema.

Mientras recordaba  esta escena se preparó un café bien cargado. Lo sirvió en su taza favorita y se dirigió rumbo al sofá. En ese instante acababa el tema que estaba escuchando y mientras se mezcla con la canción de “Te quiero” de hombres G, se toma  el amargo café, sorbo a sorbo, mientras  los saborea sus recuerdos comienzan a volar de nuevo, rumbo a  su juventud:

 

 

A la semana siguiente él, Fabián, volvió a pasearse por el aula en la hora del recreo. Cuando  le vio sintió nuevamente aquella extraña sensación de de presión en su estómago, que poco a poco se iba convirtiendo en aleteos de mariposas.

   Hola, busco a Esther, ¿la has visto? — le preguntó el muchacho con su impactante sonrisa.

 

Se sintió enmudecer de nuevo. Como pudo tomó fuerzas y se animó a contestarle, mirándole a los ojos, aunque su verdadero deseo era esconderse en el primer agujerito que encontrase.

   Hoy no vino, está enferma.

   ¿Y qué tiene?

   Se levantó indispuesta y no vino a clase. Es sólo eso.

   La verdad es que no vine a preguntar por ella, sino por ti — le comentó Fabián.

En ese instante todo quedó en silencio, un silencio que se hizo eterno para ambos.

   Entonces, ¿podremos vernos fuera de aquí o no? — preguntó el chico.

   No lo sé. — contestó ella.

   No lo sabes, ¿por qué?

No supo qué contestarle. Estaba tan nerviosa que a pesar de  desear sonreír, su rostro reflejaba la incertidumbre que sentía en su interior.

   ¿No me contestas?— le interrogó  él, nuevamente

   Es que soy nueva aquí y no suelo salir mucho. Aún no tengo demasiado amigos, y los fines de semana suelo ir a visitar a mis abuelos, que viven a 30 kilómetros.

   Eso no es inconveniente, nos podemos ver una tarde. ¿Te apetece ir a jugar al tenis este jueves?

   ¿Al tenis el jueves? Ese día no va a poder ser. — Estaba sonrojada, no sólo porque estaba viviendo una situación nueva,  que se escapaba de sus manos como arena dorada, sino porque no sabía jugar al tenis. 

Ella venía de otra ciudad y acostumbraba a practicar otros deportes, como baloncesto, natación, etc., pero nunca en su vida había tenido una raqueta de tenis en las manos.

   Bueno, pues si quieres podemos ir al cine, o a dar una vuelta. — propuso Fabián.

   La verdad es que prefiero pasear. — contestó, esta vez sonriendo y más aliviada.

   Vale, pues te llamo una tarde y salimos a dar un paseo. Por cierto, ¿me das tu número de teléfono?

En ese instante se vuelve a sonrojar pensando en cómo se podría sentir si alguien la llama a casa y sus padres al coger el teléfono descubren que es un chico. A pesar del “sofoco” que está sintiendo se anima y se lo da.

 

Suena el timbre de la puerta, y vuelve a la realidad. Es su vecina para invitarla a ir a la playa. Titubea, y al final se decide a aceptar, con la condición de ir a Playa del Inglés.

En el camino, mientras charlan sobre en qué parte de la playa van a colocar, vuelven a poner la radio; esta vez suena  “Together forever” de Rick Astley (**).  Su imaginación se vuelve a disparar. Esa canción fue la primera que bailaron juntos.

Estaban en una discoteca. Él era un gran bailarín y ella estaba demasiado cortada, pero no paraban de sonreír.

   Parece que te gusta bailar — le comentaba Fabián

   Por supuesto, tenía ganas de mover un poco el esqueleto y esta canción me encanta — contestaba ella.

   Pues te quedas toda la noche bailando conmigo, no voy a consentir que me dejes solo.

En ese instante suenan los lentos y él la toma de la cintura. La canción que suena es de Hombres G, “Te quiero”(***).

Bailan abrazados. Al comienzo ella tiembla de nerviosismo, pero poco a poco se va relajando y acaba apoyando su cabeza en el hombro de Fabián. En ese instante él aprovecha y comienza a besar su cuello.

Fue como tocar el paraíso con las yemas de los dedos. Por un instante el mundo se paró ante sus pies. No le importaba nada de lo que ocurría a su alrededor, sólo  el sentir su respiración, oler su perfume, sentir la calidez de su cuerpo y cómo parecían flotar.

 

De repente se escucha un gran ruído:

    ¡¡¡Piiii!!!! — suena un gran bocinazo, que la trae de nuevo a la realidad.

   ¡¡Cuidado, loca!! — grita el conductor del vehículo que está a la derecha del nuestro.

Su vecina frena con violencia, y da un volantazo hacia la izquierda. Se había despistado y casi ocasiona un accidente.  Ambas recordábamos el que  ocurrió hace unos días en el que fallecieron cuatro personas, todos miembros de una misma familia.

Desde que sucedió  ese accidente, en el que se vieron implicados unos amigos,  se planteaba la vida desde otra perspectiva. Sabía que no viviría eternamente, así que decidió darse otra oportunidad.

Después de aquel maravilloso baile, aquellos primeros besos…. surgió el amor.

Pero ese amor duró muy poco, pues al llegar el verano los padres de Fabián tuvieron que marcharse a otro país por motivos de trabajo. El no le había dicho nada, pues no era seguro, para no preocuparla. Al final le costó tanto decírselo que esperó al último día, en el que la llama por teléfono:

   Hola, ¿qué tal estás? — pregunta ella.

   Tengo que decirte algo, ¿No podemos ver ahora?

   ¿Ahora? Sí, claro, estoy deseando verte; desde  ayer se han hecho las horas muy largas y han pasado demasiado lentas. Me muero por verte. — le dijo ella.

   Pues te espero delante del centro comercial en 15 minutos, ¿vale? — preguntó Fabián.

   De acuerdo, déjame unos minutos y ahí estaré. — contestó.

Al cuarto de hora estaban ambos en el lugar acordado. Ella llegó radiante. Él, con la mirada triste, evitando encontrarse con sus  ojos.

   ¿Qué te pasa? — le preguntó.

   Tengo que contarte algo.

   ¿Qué te ha pasado?

   Que… esta será la última vez que nos veamos. Mañana me voy a Suiza.

   ¡¡¿Cómo?!! — preguntó ella, aún sin creérselo.

   Mis padres se van a Suiza y yo me voy con ellos.

   ¿Y no me lo pudiste decir antes…? — su voz estaba rajada y sus ojos inundados en lágrimas. No se creía lo que le estaba ocurriendo.

   Siempre pensé que se echarían atrás, y después, cuando ya era una decisión definitiva, me costó decírtelo. Es una gran oportunidad. Sé que es fundamental para mi futuro, y me debo ir.

Ella no le podía mirar a la cara. En su interior pensaba que eso no podía estar ocurriendo. Se abrazaron, se dieron un beso en la mejilla… Al instante no pudieron evitar rozar sus labios y se fundieron en un profundo y apasionado beso… uno de esos besos que se anclan al recuerdo y no se consigue olvidar jamás.

 

Se escribieron un par de veces, pero ambos sabían que sus caminos se habían separado para siempre.

 

Después del susto del frenazo, cambian de emisora de radio  para “aflojar” el ambiente y  ahora suena (****) “Pienso en ti” de Duncan Dhu. No se lo puede quitar de la cabeza…el amor de su vida a una edad muy temprana, un montón de sapos que no le ayudaron a olvidar el verdadero príncipe.

Acaba la canción. Ella disimuladamente, seca una lágrima que recorre su mejilla. Mientras,  suena una cuña publicitaria: “Esta tarde, a las 8, actúa el gran guitarrista Fabián Hernández en la Sala Insular, acompañado de su Gran Banda”.

Le pareció que de nuevo el mundo se paraba. Era él, su gran amor. Había vuelto.

Su mente buscaba una excusa… “pero si no me ha llamado”… “claro, ya no tengo el mismo número”… “pero se lo pudo pedir a algún amigo en común”….”si ya no sabrá ni dónde encontrarlos”…

En ese instante tomó la determinación de vivir cada momento lo mejor que pudiese, exprimir la vida… y lo primero que haría sería ponerse sus mejores galas, su maravilloso perfume “tresor”, y plantarse a verle esa misma tarde. Mientras pensaba: “seguramente no se acordará de mí, pero este capítulo aún está sin cerrar y esta noche pondré un punto y final”

 

 

¿O tal vez puso un punto y seguido? Lo cierto es que no se puede vivir en el pasado y menos vivir “sin presente”. A veces hay que ser valientes y reconocer dónde acabó un capítulo de nuestras vidas.

 

 

 

 

(*)“Carrie”, del grupo Europe


(**)“Together forever” de Rick Astley


(***)  “Te quiero” – Hombres G.


(****) “Pienso en ti” de Duncan Dhu.   http://www.youtube.com/watch?v=VhfKmtQqTGQ