viernes, 2 de noviembre de 2018

A los que ya partieron







Como cada primero de noviembre
se acerca al  cementerio.
Un ramos de claveles blancos
en sus manos relucen
como nubes viajeras
en el cielo infinito.

Atrás quedaron lágrimas ajadas
cubiertas de silencios,
palabras nunca dichas que en sus labios
aún reborbotean en las noches
donde las frías sábanas
saben a soledad y desconsuelo.

Llegar ante su lápida duele aún,
como si de una lanza se tratase
dispuesta a lacerar todo su pecho.
También la entraña azul, donde el abismo
se encarga de engullir todo recuerdo
y una lágrima, entonces, rememora:
No hay distancia donde el amor
se disuelva en olvido.

Inma Flores © 2018


Reborbotean: "borbotean" pero recuerdo escuchar la palabra así, como si fuese un ruido incesante, al que no logras acostumbrarte.



domingo, 2 de septiembre de 2018

Se nos va la vida sin vivir





A veces pierdes luz en la espera  del instante.
Soportas la llegada de la brisa,
los rayos de sol, que como espadas
se clavan en el alma enmohecida,
 mientras muere tiñendo de gris
 el verde de la esperanza
que de antaño fluía en tus venas,
pero tú permaneces erguido
a la espera
soñando el rayo azul
que te invite a vivir.

Inma Flores ©

lunes, 27 de agosto de 2018

Aniversario





Mirar atrás, sentir cómo el latido
galopa hacia el abismo
y  de tu  enamorada voz
quedan ungidos mis sentidos.

Mirar atrás, sentir cómo tus manos
atrapan mi cintura enamorada
y acarician pueriles mejillas sonrosadas
que sueñan atrapar tu flechado beso.

Mirar atrás, sentir cómo tus sueños
abrazan a los míos
y crea un mismo futuro incandescente
lleno de luz, amor y anhelos.

Mirar atrás, sentir cómo el presente
cambió sus tonos y vistió de gris,
añurgó cualquier vida futura entre tus manos,
tus manos despiadadas, crueles, de verdugo.

Mirar atrás, sentir cómo la fortaleza
siempre se nos ofrece
y en cada cielo  brilla un trozo azul
al que aferrarse.

Mirar atrás, sentir cómo tu traición
fue la llave de mi libertad.
El único amor que es para siempre
es el que no pudiste arrebatar.

Observar el presente, saber que me miras.
Desde lejos tus ojos se clavan
buscando las respuestas.
No fuiste esposo ni padre.

La vileza se anuda en tu cuello
como antes fueron tus dedos en el mío.
Rompiste toda magia, todo amor,
quebraste la quimera, ahora suéñame en la distancia.



© Irene Bulio


martes, 7 de agosto de 2018

Brumas grises






Duele el vacío, hielo en este pecho
enloquecido de ausencias. Sin ti
sin tu mirada, nunca más viví
pues tanto desamor hiere en el lecho. 

Parpadeo feliz, por si te flecho,
por si de nuevo llegas hasta mí
tal como en versos ya escribí
pensándote feliz y satisfecho.

Mientras, busco tu aliento en la mañana
extendiendo mi mano hasta tu espalda,
y una lágrima negra el rostro enjuaga.

Como en los sueños,  real y tan lejana
late tu tenue luz, brillo esmeralda.
Quiebra  mi corazón por esta daga.


Inma Flores © 2018


lunes, 4 de junio de 2018

A Catalina y su drago del orgullo





De unas pueriles manos la semilla
llegó a la tierra fértil, dio la vida
a un dragón que dormido no se olvida
de la tenacidad de la chiquilla.

Trescientos años ha que fue plantado;
la sangre por sus hijos derramó.
Catalina yerbera se volvió
queriendo ella cuidar de lo sembrado.

Rodelas y tambores construyeron
con sus maderas nobles y cuidadas,
y por siempre fue rey de las miradas.

Un día de Corpus Christi no pudieron
anular al dragón de la conquista
pues lo evitó la niña moralista.



Inma Flores © Gáldar, junio 2018

En el trescientos aniversario del Drago de Gáldar.

Datos tomados del enlace: http://pellagofio.es/rutas/arboles-de-canarias/el-drago-de-galdar-un-arbol-con-casa-y-bruja-propias/ y de Raúl Mendoza.

lunes, 14 de mayo de 2018

Encuentro

Imagen de Marcos Rivero Mentado - Retos


Despertó casi al medio día. A su alrededor no había nadie en aquella habitación desconocida. Olía a humedad, a antiguo, y un aroma extraño que no lograba distinguir.
Sintió frío, se arropó entre las sábanas, pero al instante decidió que debía levantarse.  Estaba desnuda. La piel de sus caderas y sus piernas erizada. Buscó su ropa y la encontró a lo lejos, descolocada sobre una vieja silla, por la que el tiempo había dejado sus huellas.
Se puso de pie y junto a la cama estaban sus zapatos negros, con ese lazo hortera, también negro, y de bordes dorados que tanto le gustaban. A su lado había una cuerda, color oro viejo, de al menos cinco metros. Se tocó las muñecas,  recordó que las tuvo atadas. Aún estaban las marcas rojizas alrededor de ellas, también de su cintura, y de sus finos tobillos.
En su mente había una nube blanca y unos ojos negros que la observaban, una voz cálida que le era familiar, y el recuerdo de caricias, besos, fuego en la piel…
Sí, estaba irritada, algo molesta. No acostumbraba a vivir tanta pasión, y aquel olor que no identificaba era el olor a sexo de su juventud. Había perdido tiempo, vida… Hoy, por fin, se perdió ella misma, dispuesta a encontrarse.

Inma Flores ©

viernes, 11 de mayo de 2018

Renacer


(Imagen tomada de internet. Autor desconocido)


Apaga el gran estruendo,
el ruido que hoy azota mis oídos,
ese ir y venir de palabras descompuestas;
las mentiras a modo de cizalla
rompiendo, triturando los quereres.

Abraza con tu cuerpo
la desnudez de mi alma.

Me mostraré ante ti sencilla
como el agua que mana en la montaña
y presta va a su río,
regalando la vida tras su paso.

Como lágrimas tristes,
lamiendo las heridas putrefactas,
limpiando todo hedor innecesario,
sanando con su sal.

Beberé de tus labios la certeza
de que el aquí y el ahora son presentes.

Besaré tu cuello, a modo de esperanza,
y tú me abrazarás tan fuerte
que se romperán todos los miedos.

Viviré de nuevo, cada día, a cada instante.
Quedarán atrás viejas sombras
y heridas olvidadas.

Alzaré nuevamente  la certeza
de que la vida sí tiene sentido
y me asiré de ti, de tu cintura;
será tu cuerpo quien me encienda
y tu voz, tu mirar, la fuerza del deseo,
que alimentará de nuevo la quimera.

Mi cuerpo se alzará, ilusionado,
temblando al son tu voz será
música que despierte mis sentidos.

Y te miro, penetras en mi
por la pupila.  Rígido quedó el recuerdo.

Los ahora,  placeres encendidos,
el roce de tu pecho
sobre el abismo de mi espalda,
y las enredaderas de tus piernas
ciñendo  fuertemente mi cintura,
mientras siembras de  ardiente escarcha
cada poro…, los pliegues de mi piel
me devuelven la vida arrebatada.

Las ansias hoy quedaron encendidas
 por tu boca,  hambrienta de placer.

Ahora lo comprendo
la llama del deseo aún sigue viva
latiendo eternamente en el volcán,
urgida por tu voz, a la deriva.

Inma Flores ©

viernes, 4 de mayo de 2018

Tus palabras coloreadas son mi dolor







Imangen tomada de internet. Autor desconocido.


Ebria de tu recuerdo, noche a noche,
pongo distancia, lloro el desconsuelo
de tenerte y haberte ya perdido
en el abismo trágico y mortal,
 por donde sobrevuelan esas dudas
que vilmente  sembradas inundaron
de sombras el feliz nido de amor.

La soledad que mata los recuerdos,
los ahoga en distancia y en tristeza,
se niega a clausurar ya nuestro ciclo,
pues el dolor, las lágrimas perennes,
y los recuerdos en sepia aún dudan
si en tu entraña quedaron más verdades
enredadas, serpientes que devoran
cualquier atisbo en paz, que nos dé vida.

Inma Flores 03.05.2018

Tu ausencia







Me mece los cabellos como un soplo
de aire fresco, cristal donde reflejan
su brillo tus luceros de café,
y una sonrisa entonces, travestida
de recuerdos, dibuja la esperanza
de ese abrazo que aguarda tu latir. 


Inma Flores © 2017




Imagen de Renzo Castañeda Ceballos



martes, 1 de mayo de 2018

El eco de tus pasos



(Imagen tomada de internet, autor desconocido)

Son gotas de tristeza, como dagas,
van hiriendo la piel, quebrando sueños,
irrumpiendo la luz de los trigueños
instantes quebradizos. Si naufragas,

tras zarpar de este puerto desdichado,
querrá el azar sembrar toda su suerte
y el corazón, herido, hallará muerte
tras sentir su futuro destrozado.

Pronto se apagarán todos los cielos.
y en la noche febril será una estrella,
la que sembrará luz; será tan bella,
que irradiará ilusión sin desconsuelos.



Inma Flores © abril 2018


sábado, 31 de marzo de 2018

El sueño









Despertó  algo excitado. Acababa de sonar el despertador. De repente recordó que hoy era sábado y apagó el aparato que estaba justo al borde de la mesa de noche. Se giró y quedó boca abajo. Se sentía incómodo, y por un instante recordó  el sueño que estaba viviendo instantes antes de que le despertase aquel horrible ruido:

Llegó a casa poco después de las 7:30 de la tarde, tras estar una hora pedaleando por los alrededores del pueblo. Dejó la bicicleta en el trastero, cogió una enorme toalla del armario del pasillo y se dirigió al cuarto de baño.

Sudaba. Tenía un calor intenso, pero no le gustaba ducharse con agua fría, así que abrió el grifo para que ésta se templase mientras se desvestía.

Frente a él el espejo, que comenzaba a nublarse por el vapor que invadía la estancia, y en el que se miraba de reojo mientras se despojaba de cada una de las prendas que le cubrían. Primero se quitó los calcetines, luego la camiseta, empapada,  y los pantalones. Debajo de éstos no había ningún calzón, pues le excitaba sentir la movilidad de sus piernas mientras pedaleaba y la dureza del sillín en sus prominentes  glúteos.

—No estoy nada mal — se dijo—, para tener 50 años, aún estoy como un chaval.

Acto seguido se metió en la ducha.  Cogió el grifo, con el agua templada, y dejó que ésta se deslizase desde su cabeza, por todo su pecho, rasurado, su espalda… hasta que todo su cuerpo estuvo mojado. A continuación cogió el champú y comenzó a enjabonar su cabeza. En ese instante escuchó cómo se abría la cerradura del cuarto de baño, era María, que llegaba del supermercado:

       —Perdona Jesús, pero no podía más. Menos mal que no cerraste con llave.
      —No cerré porque no están los niños —contestó, con la cara fruncida por el picor del jabón que le corría por todo el cuerpo.

Escuchó cómo tiraba de la cisterna y durante los segundos siguientes, debido al ruido de la ducha, no escuchaba nada.

De repente sintió una mano femenina recorriendo su espalda. Era María. Se había desnudado y se había metido con él en la ducha.

       —¡¡Uhmm!! Cuánto sigilo, con lo habladora que eres María, y qué sorpresa, sabes que me encanta que me toquen la espalda…

                    ¿La espalda? —preguntó la joven, con voz provocadora— ¿Sólo la espalda?

Acto seguido estaban de frente, él humedecía la piel de María, mientras ella comenzaba a besarle, apretando su cuerpo menudo contra el del joven, que se entregaba a la pasión, presionando a la joven por la cintura e intentando fundir ambos cuerpos.

Su cuerpo se pegó a la pared de azulejos, estaba fría, sin embargo su torso ardía. María mordisqueaba sus labios, poco a poco pasó a besarle por la mejilla izquierda, llegando al lóbulo de su oreja, que libaba con pasión, mientras gemía apasionadamente. Sin que apenas  Jesús se diese cuenta introdujo su lengua en la oreja y comenzó a zigzaguear, impregnado cada vez de más y más deseo al joven, que ya estaba a punto de estallar.

Él, mientras fruncía su rostro, introdujo éste en medio de los pechos de la muchacha, amplios, húmedos,  y tras besarlos ardientemente comenzó a mordisquear sus pezones, pasaba de uno a otro, mientras la piel de ambos se erizaba cada vez más.

Entre el agua caliente y la pasión el cuarto de baño estaba envuelto en una neblina traslúcida. Jesús miraba de reojo al espejo, de vez en cuando, pero ya no se veía nada. La excitación ahora no estaba en la vista, sino a flor de piel.

Notó como su miembro adquiría una forma descomunal, no recordaba estar tan excitado. María también lo notó, le miró a los ojos de forma lasciva, pasando la lengua por el contorno de sus boca para luego ir directamente a los jugosos labios del joven, y los devoró como si de dos gajos de naranja se tratase. Sus manos no paraban de moverse, de arriba hacia abajo, de un lado a otro, en especial las de Jesús, que no paraba de presionar y masajear los muslos de María.

De repente la hizo avanzar, de espaldas, hasta ponerse junto a la pared. La alzó tomando en sus manos sus jugosas nalgas y, sin pensarlo dos veces la penetró.

María realizó un pequeño quejido de placer, y al instante comenzó a gemir, al igual que Jesús, ambos en un baile acompasado, mientras el agua se derramaba por el suelo. Tras disfrutar de un rato en esa posición, ayudó a que la joven pusiese los pies en el suelo, la giró de espaldas, y mientras ella apoyaba sus brazos en la pared comenzó a tocar su clítoris, sus labios… ambos no paraban de gemir…

Se agachó unos centímetros y la penetró mientras alzaba las nalgas de la joven con ambas manos, y ella se inclinaba un poco hacia adelante.

No podían para de disfrutar, de ulular. El ruido del agua  inundando la estancia y sus gemidos, el vapor y su deseo, el grito del clímax y el ruido del despertador indicando que era el comienzo de otra jornada y el fin de este sueño.


Irene Bulio  ©

jueves, 8 de marzo de 2018

Igualdad



Imagen: «Creación» de Marisol Manrique de Lara






Sólo soy una bola de luz
en la búsqueda de un cuerpo donde engendrarse,
un proyecto de vida
latente entre la cúpula y un vientre
que acepte este legado.
Mi misión  no será  distinta
así  sea un hombre o una mujer:
sembrar conciencia
de que ambos somos vívidos retratos,
capaces de los mismos azares y esperanzas,
dispuestos a suplir la falta de empatía
portando la mochila del amor,
la esencia de la vida,
el  sabernos distintos, nunca diferentes,
con el paso ligero
de quien porta razones hacia un mundo
de iguales.
Un futuro mejor, que aguarda.


Inma Flores ©