Se encontraron casualmente por la calle. Sólo se habían
visto un par de veces antes, la primera en una entrega de premios donde era galardonado un amigo en común; otra
en un recital de poesía; poesía erótica, su favorita.
Cuando le conoció, junto a su pareja, le pareció un “chico
agradable”. La segunda vez descubrió en él un hombre lleno de deseos, pasiones,
lujurias… alguien difícil de contentar, pues intuía que no era de los que se
conformaba simplemente yéndose de misiones, y su forma de mirar, lujuriosa, le había
encendido una especie de “luz verde”.
Su voz grave, poderosa y varonil; sus palabras incitantes,
su forma de mirar, curiosa y muy segura de sí; la timidez que cubría levemente
la pasión que se desbordaba por sus ojos, consiguieron que no pasase desapercibido entre tanta gente.
Ahora le tenía frente a sí. Sólo con mirarle a los ojos ya
sentía cierta expectación:
—
¡Hola Javier!— le dijo — ¿Qué haces por aquí?
—
Estoy buscando una casa de alquiler para un
amigo, se mudará pronto a la ciudad, y me ha pedido que le vaya buscando algo.
—
Si quieres, te puedo ayudar, conozco la zona —
contestó ella mientras hacía un guiño.
—
Estupendo — dijo el joven— Es bastante aburrido
esto de buscar casa.
Tenía anotadas en su agenda varias direcciones. Comenzaron
con la primera de ellas, dos calles más al norte. Era una casa pequeña, daba a
un patio interior, y muy mal ventilada. Su inquilina estaba en su interior;
tenía varios gatos y no les gustó su olor.
En la segunda vivienda a la que fueron, tuvieron que tocar
en casa de la vecina; ésta les abrió y de muy malos modos les dijo que ya casi
estaba alquilada, que una de sus hijas se iba a mudar al barrio en los próximos
meses.
Tras ver dos más y ya cansados de tanta desilusión entraron
en un bar. Él se pidió una cerveza bien fría; ella dudó, pero al final se pidió
otra. Tras contar un par de anécdotas y quejarse de lo mal que les había ido la
mañana, el camarero dirigió a ellos:
—
Perdón, ¿están buscando una casa en alquiler?
—
¡¡Sí!! — contestaron ambos al unísono.
—
En la tercera planta tengo un piso libre. Hace
tiempo que no se usa, hay que adecentarlo un poquito, pero podrá servirles; es
muy cómodo. Además, lo alquilo bastante barato, pues casi con cubrir gastos me
conformo.
—
¡Estupendo! ¿Cuándo nos lo puedes enseñar? —
Preguntó Javier.
El camarero, metiendo la mano izquierda en su bolsillo,
contestó:
—
Ahora mismo, pero si no les importa, lo ven
ustedes mismos. Es en el tercero derecha. Pueden subir por el ascensor. Tengo
el bar lleno y no me puedo permitir dejar solo a mi compañero durante media
hora. Además, así lo podrán ver con tranquilidad y a su gusto. Con que me
devuelvan las llaves antes de las 12 de la noche, no hay problema.
—
Estupendo, pues haremos un par de cosas por el
barrio y sobre las 9 vendremos a tomar una copa y te la devolvemos — contestó
Javier.
En un principio, no le entendí. Es más, cuando me hizo un
guiñó quedé algo perpleja.
A los 20 minutos salimos del local, llave en mano,
dispuestos a ver la vivienda.
En cuanto estuvieron frente al portal, Javier se dispuso a
abrir la puerta. Justo en ese instante comenzó a chispear:
—
Vaya, ¡estamos de suerte! — exclamó.
—
Sí— contesté yo—. Esta mañana estuve en la
peluquería y es una pena que se me moje el pelo; se quedaría completamente
rizado — dije a la vez que hacía un guiño.
Nos acercamos al ascensor, pulsamos el botón y esperamos un
tiempo prudencial. No llegaba.
En ese instante se acercó una vecina:
—
Disculpe, ¿sabe si funciona? — pregunté con
preocupación, pues no me apetecía subir los tres pisos con mis taconazos de 12
centímetros, mientras pensaba que había sido mala idea salir hoy con ellos.
—
No, lleva todo el día averiado. Estamos
esperando a que llegue el técnico, pero siempre se suele demorar — contestó—
—
¡Qué mala suerte!— protesté.
Nos miramos, no había otra opción, así que nos dirigimos
hacia las escaleras y comenzamos el peregrinaje hasta la tercera planta. Cuando
llegamos nos encontramos con cuatro viviendas, y no habíamos preguntad cuál de
ellas era.
A Javier, tras mirar los cilindros de las cuatro puertas y
la llave, optó por una de ellas, y no se equivocó. Giró la llave y allí estaba
un acogedor saloncito.
La luz del final de una tarde de verano entraba tenuemente por
la ventana, a través de unas cortinas color violeta, que se reflejaban en la
pared de enfrente, donde había un enorme sillón de piel, blanco y mullido.
Javier sonrió, como muestra de que le gustaba el
apartamento. No tenía cocina, sólo una barra y tras ella un granito junto al
que estaban ubicados la mayoría de los electrodomésticos, a excepción de la
nevera, que se hallaba en pleno salón.
Nos dirigimos a la primera puerta de la derecha y allí había
un enorme dormitorio, con el edredón y las cortinas de un fortísimo color rojo.
Tenía dos ventanas y la huella de que habían tirado una pared para hacer ese
cuarto más grande.
El cabezal era de hierro forjado, negro. Las mesas de noche
tenían un diseño bastante moderno, a pesar de tener también algunos adornos de
hierro y la madera casi sin tratar. Daba la sensación de que el diseño de
aquella habitación lo había hecho alguien muy especial.
Corrimos una cortina que había junto al armario, y allí había
un enorme espejo de unos dos metros de ancho por otros dos de alto. A ambos nos
sorprendió.
Casi a la vez descubrimos que tras la viga del techo, que
atravesaba casi la mitad de la habitación… se escondía otro espejo. No pudimos
evitar el dejar escapar una sonrisa. Creo que ambos pensamos lo mismo, aunque
sólo nos pusimos algo colorados, evitando mirarnos en los siguientes minutos.
Nos dirigimos al cuarto de baño, bastante grande, con una
ducha y una enorme bañera también.
No puede evitar el desear bañarme en ella. El baño era muy
acogedor, yo estaba cansada, me dolían los pies… Ahora sí que no me importaba
mojar mis cabellos.
Creo que Javier me leyó el pensamiento.
—
¿Por qué no te das una ducha?— preguntó mientras
hacía un guiño— ¿Y si te froto mientras la espalda?
—
No… una ducha no… Prefiero un baño de espuma…
¿me acompañarías? — comenté con picardía.
—
Si dejas que la espuma la formemos dentro del
agua, entre los dos.
—
De acuerdo, aunque sé que te ganaré haciendo
espuma — contesté.
No sé cómo ocurrió, casi sin darme cuenta desabrochaba la
cremallera de mi vestido. Me dejé hacer. Al instante siguiente ya se había
quitado su ropa. Ahora estábamos sólo con la ropa interior, nos miramos, nos sonreímos…
y abrí el grifo de la bañera mientras Javi soltaba algo de gel.
Se puso tras de mí, me rodeó con sus brazos. Me encantó
sentir su calor tras de mí. Casi sin darme cuenta ya me había quitado el
sujetador y se había agachado y pillado mis bragas entre sus dientes… Le miré,
sonreía… en ese instante no pude evitar soltar una gran carcajada.
—
¡Menuda situación! — le dije, mientras pensé en
que alguien podía entrar y sorprendernos…
Mientras él tiraba de mis bragas… yo me quería acercar a la
puerta del apartamento para poner una silla detrás y escuchar el ruido si
alguien entraba. La situación no sólo era algo ridícula, sino la mar de
divertida, ya que enseguida noté cómo se erguía algo dentro de sus
calzoncillos, formando una especie de “tienda de campaña”.
A los pocos instantes estábamos dentro de la bañera, pies
contra pies, manos juguetonas, bocas hambrientas.
Bebí de sus labios ardientes, mientras él recorría la
geografía de mi piel, excitándome más y más, a cada instante. Casi sin darme
cuenta estaba sentada sobre su travieso miembro, que amenazaba con entrar en la
sala del deseo constantemente.
Me hice rogar, no lo dejé penetrarme. Mis manos juguetonas
no paraban de acariciarle, de mimarle… y así en un frenético ir y venir de
besos, lamidos, caricias…
Al final, decidimos secarnos y continuar en la cama… Nos
llamaba poderosamente la atención aquella cama roja, los espejos…
Contemplar nuestros cuerpos desnudos, con la tenue luz que
aún entraba por las ventanas, era toda una delicia… Sólo ver su espalda, sus
poderosas nalgas, sus piernas fuertes… hacían que le desease aún más, que me
comiese su boca a besos y que le pidiese con todo el deseo de mi alma que me
penetrase.
No se hizo rogar, casi sin darme cuenta, con un movimiento
enérgico de sus caderas, entró dentro de mis entrañas, para retorcerse,
removerse, contornearse de mil formas, haciéndome disfrutar de mil maneras, entre ellas, al acompasar nuestros gemidos.
Cuando parecía que ya íbamos a llegar al éxtasis, paró… y
comenzó a juguetear con su lengua por mis muslos, mi vagina, mordisqueando mis
labios…
Le deseaba, y le paré en seco por un instante. Sorbí de su
cuerpo el manjar, producto de su pasión…
para unos instantes después cabalgar como potros desbocados por la
pradera.
No sé cómo ocurrió, nos quedamos dormidos, y a eso de las
9.30 nos despertamos. Con prisas y como pudimos recogimos aquél desaguisado. A
las 10:02 minutos estábamos en el bar, no para entregar la llave, sino para
confirmar que aquel piso ya tenía inquilino.
Inma Flores. © octubre 2013
Excelente relato, Inma, cargado de la misma esencia que destilas tu, siempre dulce, llena de ternura, imaginación y fantasía. (Sin quitarle ese grado necesario de sugestiva necesidad de lo cotidiano).
ResponderEliminar¡Gracias Frank! Me alegro de que te haya gustado... Algo que nos puede suceder a cualquiera, en el día menos pensado... El carpe diem, pero que la mayoría de las veces... sólo queda en nuestras vivencias oníricas...cuasirealidades...
ResponderEliminargalardonad (falta o). A partir de "En un principio... " cambia el narrador que antes era objetivo a ser ella, la chica. Podías haberlo hecho desde el principio que no se resentiría la narración. La situación es muy divertida y como suele suceder contigo muy disparatada pero no imposible ni inverosímil.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Tienes razón! Tenía escrito el comienzo, y lo modifiqué un poco. Gracias. El fin de semana lo miraré con paciencia y cariño... a ver cómo lo arreglo un poco y sobre todo esa "o" traviesa que se fue en busca de amor, cariño, deseo, sueños... a saber dónde se llegó a incorporar. Un abrazo.
EliminarInma tus poesía me suenan a canciones relato un guión para un cortometraje, supongo que me pasa por que en unas tienes ´ritmo y en los relatos acción. De todas formas me gusta y como puede ser una fantasía factible, parece más divertida...podemos pensar y si me pasa?
ResponderEliminarGracias por tus comentarios, guapetona. Ya quisiera yo que fuese real... ;)
EliminarPero nunca se sabe, he oído hablar de la "Ley de la Atracción"...
Nos puede pasar a cualquiera de las dos...jejee. Un besote.