«Deja de soñar, comienza a vivir»,
ese fue el consejo que ella le dio.
Al pensarlo, parece se ofendió;
sus entrañas comenzaron a hervir.
Portaba un alma triste, deservir
fue fácil a quien mal le pretendió.
A ser juguete roto no cedió.
Ahora es libre, acabó el pervivir.
Alza el vuelo, feliz, enamorado…
de quien mece su alma, besa su boca,
comparte su mirada y su latir.
Deja hábitos, tristezas del pasado:
Ama lo nuevo y lo viejo
revoca
soltando el lastre que
debe partir.
Irene Bulio © 2014.
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