martes, 11 de marzo de 2014

Tus manos, mis manos…


 
 

 

Hoy por fin he conseguido parar el tiempo con mis manos,
mientras, mis dedos recorrían deseados recovecos,
los de tu piel, desnuda, erizada en deseo,
encrespada ante las ansias de fundirnos  dos en uno;
no sin antes recorrer tu espalda, lentamente, beso a beso,
lamiendo cada poro… sorbiendo tu deseo,
—anhelado y sabroso deseo—
ese,  que emana a través de tu sedienta y acalorada piel,
a través de ti, de cada rincón de tu codiciado cuerpo.
Por  fin,  nos  encontramos las miradas,
 frente a frente, camino al paraíso,
mientras, nos consumimos, abrasándonos  ante un deseo infernal,
como dos lenguas de fuego enrevesadas.
¡Tanta pasión y tanta llama en un solo instante!
El cielo y el infierno  aprisionados
entre tu cuerpo y el mío, ardor puro,
dispuesto a consumir el mundo, la misma vida,
los mismos sueños, los de antaño… los nuevos…
Un  incendio voraz que  intentamos apagar  a través del balanceo de nuestras caderas,
cada vez más rápidas, cada vez más acompasadas, cada vez más desbocadas
rumbo al mismo paraíso, hasta que por fin… una vez enlazados nuestros dedos…
… conseguimos parar el tiempo con las manos.


Inma Flores © Febrero 2014

Mal despertar.




(Cuadro de Serge Marshennikov)
 

Un cuervo gris en la mesilla;
no ha parado de graznar en toda la noche.
Intento — con mi mano— hacerlo callar
No lo consigo.
Picotea mis dedos,
mi alma, mis recuerdos.
Un cuervo gris que no me deja dormir,
un cuervo gris que atormenta mis sueños,
un vil animal que picoteó y devoró mis ilusiones,
pero un simple cuervo gris.
No he conseguido quitármelo de encima en todo el día,
y sigue, y me daña, y me hiere, y yo le dejo…
Hasta la razón escapa de mis pensamientos.
¡Maldito cuervo gris!
Espero que mañana, al despertar, hayas desaparecido.
Quizás sea un simple deseo, y no lo consiga.
Quizás tenga más miedos que certezas.
¡Tantos quizás sin respuesta!
Sólo sé que soy libre, y tú, cuervo gris,
estás perdiendo tus alas.
 

Inma Flores © 11.03.2014

jueves, 6 de marzo de 2014

Queda... nada...







Pezuña cruel e hiriente

que intenta arrancar el alma;

colmillo ensangrentado de dolor ajeno

cuya sangre lames y disfrutas,

mientras sientes a tu víctima retorcerse

inundada de dolor  y desconsuelo.

 
 
 

Lejano, tan lejano y tan caduco

como el tronco de un árbol moribundo

junto al camino por el que nadie quiere transitar.

 
 

Perdido en el recuerdo

como una nota  plegada y guardada

pero que no has de volver a leer.

 

 
 
 

Olvidado, como aquel primer diente

que causó dolor, se mantuvo a tu lado,

hasta que un día mermaron sus raíces

y se desprendió de tu boca para no volver jamás.

 
 
 

Distancia, la que nos separa;

desidia, la de tus actos;

paz, la que siento  incrementar día a día;

lamentos, los que ya quedaron en el eco del recuerdo.

Ahora no queda nada, sólo un deseo al que aferrarse,

el de ser feliz.

 

 
 
 
 
 

Irene Bulio © 2014
(Imágenes tomadas de internet, autor desconocido)