(Imagen tomada de internet, autor desconocido)
A
veces las tristezas se apoderan
del
alma ilusionada.
Deseas
volar, pones el empeño,
las
fuerzas, y te asomas al abismo.
Incluso,
lo que más deseas
se
aleja, paso a paso, mientras respiras miedos
y
descubres que tus alas están mojadas.
Agua
y aceite somos,
tú
no apagas mi sed
yo
no te sacio.
Hoy,
noche de humedad, salitre y penas,
cansada
de remar a la deriva,
veo
cómo ya tu barca va sin velas,
recordando
otro mares
mientras
sueñas los viejos puertos.
En
la ciénaga se ahogan mis tristezas.
Agua
y aceite somos,
tú
no apagas mi sed
yo
no te sacio.
No
soy la esposa que sumisa
aguarda
cariñosa entre brillos de corales,
no
soy la que calla y otorga,
no
soy la que aguanta y se oprime,
no
soy, no…
Ni
tú el ser generoso que su tiempo me obsequia,
intentado
encontrar el sentido a mi mundo,
compartiendo
su instante…
Agua
y aceite somos,
tú
no apagas mi sed
yo
no te sacio.
El
orgullo nos puede, asesina los sueños,
y sin
sueños no somos nada, ni hoy, ni mañana…
Sigue
tu senda, pues un día el deseo de amar
nos
nubló la cordura.
Ninguno
ha de pagar el precio
de
dejar de ser
agua
o aceite;
tú
no apagas mi sed,
yo
no te sacio.
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