viernes, 8 de marzo de 2019

Inhóspita


 (Imagen de Marisol Manrique de Lara)


Qué inhóspita es la muerte
cuando llega descalza, con sigilo,
se te abraza a los sueños y los engulle
devorando el futuro planeado.


Qué árido se nos queda el horizonte
sin pájaros que canten desde el alba.
Los caminos trillados se humedecen
del agua, que salada, lo desbordan.

Qué oscura se presenta toda noche
que nace en la mañana,
titilando dolor a cada paso
y arrastrando sus pies, cual dura carga.

Qué pronto se nos envuelve todo nada
cuando nada se queda a ras de todo
pues la ciénaga atrapa todo y nada
y en la nada perdemos casi todo. 


Inma Flores ©

¿Dónde se halla la esperanza?





Amaneció,
el sol comenzaba a inundar la estancia
llevándose el vacío en su vuelo
La oscuridad se fue disolviendo en la luz,
y la alcoba quedó llena de vida.
Cristales de colores anunciaban
tu llegada, al fin.
Te había buscado en mis mejores sueños,
surcando mares, cientos de océanos, miles de estrellas,
y apareciste de repente,
cuando ya la esperanza no existía.
Así suceden las mejores cosas,
así nos reencontramos
nosotros mismos,
en el silencio de una noche oscura.

Amaneció
y un torrente de luz alumbró
la senda de la vida. Fue tu aliento,
tu voz, lo que alentó a la crisálida
para por fin alzar su vuelo.
Tus ojos, bello faro en las tinieblas
me atrajeron a tu bahía,
 el roce de tu piel fue el viento
que invitó a mi velero a surcar tus cielos.
Allí estaba yo,
desnuda de las dudas, de los miedos,
aferrada a tu pecho, dibujando
ondas en tu costado.
Mientras, tú sonreías a la vida:
existiendo la luz, hay esperanza.

Inma Flores ©