Lo
miraba a los ojos.
No
podía evitar sonreír nunca
cuando
se hallaba ante él.
Tímidamente
lo atrajo hacia su pecho
lo
tomó entre sus tiernas manos
comenzando
a acariciar su frente.
Él…
se dejaba hacer.
La
miraba, se miraban…
La
ternura lo endulzaba todo
Ese
ratito era el más placentero
a
lo largo del todo el día.
Ambos
lo ansiaban…
Bea
y Pizco, una verdadera estampa
de
un amor sin condiciones.
Irene
Bulio © 2015
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