Beber cada mañana en tus ojos dulce café,
bañando la esperanza
de tenerte y tenerte cada día,
es placer matutino que despierta
el goce de la vida, nutre nuevos sueños
y cintila esa llama azul e ilusionada.
Es el «carpe
diem», vida incandescente
donde tus deseados besos apaciguan
mi sed.
Libarnos, poro a poro;
las caricias desnudas de miedos
se esparcen como gotas de lluvia
sobre un campo de otoño.
Es entonces, en ese instante,
cuando la primavera nos inunda,
florecen los azahares dormidos
y bebemos el néctar del placer
mientras yacen agónicas verdades
que hoy, caducas, renuevan el deseo
de habitarte y de que me habites.
Inma Flores ©
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