viernes, 18 de enero de 2019

La bondad nunca se eclipsa









Tanta es la oscuridad donde reposa
la envidia, que se arrastra por el tacto
mientras sueña salir del aposento.

Mimetiza la piel con sus escamas.
En suelo ennegrecido deja huella,
tras de sí un zigzag de titubeo
pues nunca el triunfo fue bien definido;
sólo existe el dolor de la ceguera.

Al abrirse la puerta se obnubila:
un diamante brilló ante sus ojos,
alguien sin miedo, rey del altruismo,
persona que regala la sonrisa,
el tiempo y el saber, que siempre endulza
las tristezas que llegan a su encuentro.

Ciega tanta bondad su lucidez:
«un corazón que brilla, generoso,
ha de apagarse pronto, pues no existe».

Así es como destruyen la confianza,
la estela de la estrella más fulgente,
pero el astro bosteza en las alturas:
¡Qué importa, si mañana es otro día! 


Inma flores ©

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