Imagen de Marcos Rivero Mentado - Retos
Despertó casi al medio día. A su alrededor no había nadie en
aquella habitación desconocida. Olía a humedad, a antiguo, y un aroma extraño que
no lograba distinguir.
Sintió frío, se arropó entre las sábanas, pero al instante
decidió que debía levantarse. Estaba
desnuda. La piel de sus caderas y sus piernas erizada. Buscó su ropa y la
encontró a lo lejos, descolocada sobre una vieja silla, por la que el tiempo
había dejado sus huellas.
Se puso de pie y junto a la cama estaban sus zapatos negros,
con ese lazo hortera, también negro, y de bordes dorados que tanto le gustaban.
A su lado había una cuerda, color oro viejo, de al menos cinco metros. Se tocó
las muñecas, recordó que las tuvo atadas.
Aún estaban las marcas rojizas alrededor de ellas, también de su cintura, y de
sus finos tobillos.
En su mente había una nube blanca y unos ojos negros que la
observaban, una voz cálida que le era familiar, y el recuerdo de caricias, besos,
fuego en la piel…
Sí, estaba irritada, algo molesta. No acostumbraba a vivir
tanta pasión, y aquel olor que no identificaba era el olor a sexo de su
juventud. Había perdido tiempo, vida… Hoy, por fin, se perdió ella misma,
dispuesta a encontrarse.
Inma Flores ©